domingo, 28 de enero de 2018

La crupier

Hace una eternidad que trabajo de crupier en un mundo de hombres. Pudientes enjoyados, gente nerviosa que se crece apostando a un color, pero luego se muerde las uñas cuando gira la ruleta. Como nadie me paga las horas extra —aquí no entran sindicatos—, venzo el tedio dejando que el tiempo sea mi principal aliado. Los jugadores saben que la casa siempre tiene ventaja y, aún así, pobres diablos, se pelean por apostar en mi mesa. Mi rien ne va plus es definitivo. Modestia aparte, me tienen por la mejor. No en vano, dicen que soy la muerte.

La lengua salvada (Mikel Aboitiz)

1 comentario:

  1. Una buena alegoría. Esa crupier, con su máxima, dirige nuestra suerte. Me ha gustado mucho.

    Un saludo

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