jueves, 9 de julio de 2015

Amores de verano

Todos los 1 de agosto a primerísima hora, mis padres nos embutían en el coche y partíamos hacia el pueblo.
Todos los 1 de agosto cuando después de mil vicisitudes llegábamos a destino, veía a mi primo Pablo y pensaba: “¡Dios mío, que paleto es! ¿Cómo podía gustarme tanto el año pasado?
Luego el verano transcurría perezoso mientras yo me afanaba en juegos y merendillas y en un pispas, sin darnos ni cuenta, pasaba el mes.
Mi padre ¡Santo varón! Volvía a cargar el coche y volvíamos rumbo al invierno. Cinco horas duraba el viaje y las cinco me las pasaba llorando desolada por la separación.
Una vez en casa volvía a mi vida y olvidaba a aquel muchacho hasta el agosto siguiente en el que la historia volvía a comenzar.

desasosegada

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