jueves, 6 de febrero de 2014

Viernes Santo

-Y así, tontamente, acabe pegándome un tiro cuando menos se lo esperen-le rogó-Es usted el Hermano Mayor de esta cofradía y es su responsabilidad. Estoy harto de cruces, de clavos en las manos y coronas de espinas. No quiero ser el Verbo, ni quiero ver mi rostro ensangrentado en cada espejo, ni salir al frío de “La Madrugá” y comenzar cada año mi calvario nazareno.

-No piensa lo que dice, Señor.

- Soy la banda sonora del dolor y el sufrimiento, un devoto del martirio. Me pregunto cómo pueden creer que alguien así los salvará. Dispáreme y apunte directo al corazón no sea que otra vez resucite.

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Montesinadas

miércoles, 5 de febrero de 2014

Al día siguiente



Y volverá a salir el sol.

Las montañas recortaran su silueta contra el cielo violeta y las flores se desperezaran coquetas.

Los transeúntes, como hoy, como siempre, con la prisa universal del nuevo día se afanaran en sus quehaceres. y los niños remolonearan en la cama, como hoy, como siempre.

Habrá también, como no, siempre lo hay… quien sentado en un banco de la plaza se desperece disfrutando del sol tibio en la cara; y se limite a respirar con placer el aire limpio de la mañana o a oir encandilado el trino de los pájaros.

Pero ese día, amigos míos, algo inapreciable habrá cambiado en el mundo.

Porque ese día, que espero lejano, yo no estaré para disfrutar del sol, del aire o de los pájaros.

Todo continuará igual que siempre, pero yo me habré ido.



desasosegada

domingo, 2 de febrero de 2014

Alerta

El ahorcado empezaba a tener frío. Una vieja, contemplando el macabro péndulo, tapó el cuerpo con una frazada y envolvió los pies, lívidos de sangre sin retorno, con dos trozos de arpillera. Aunque el peso del cuerpo suspendido no era exigente, la cuerda cedió dejándolo caer sobre tierra. Aves carroñeras picoteaban donde se ofrecía la carne ya fuera de uso y la vieja volvía a cubrir el cuerpo espantando a la voraz volatería. No pudo impedir, en una noche sin luna, que un coyote se hiciera con un buen bocado dejando un hueso a la intemperie.

La vieja sentada en una piedra pasaba las horas mirando el cuerpo al que protegía cuanto podía de alimañas, sin advertir que los insectos daban buena cuenta de él a través de poros y orificios. En una descuidada alerta, un cuervo hundió el pico en el vientre del ahorcado dejando escapar una nubecilla de gas y vaho pestilente. La vieja se santiguó y se fue retirando lentamente de la escena, musitando: “Eso debe s er el alma” ¡Descanse en paz!



country49