viernes, 20 de diciembre de 2013

Ella sabrá lo que hace.

Ella sabrá lo que hace, debemos seguirla si queremos llegar al refugio, después de tantos años trabajando en estos montes tiene que saber cual es el camino de vuelta, el que no confíe y quiera abandonar es libre de hacerlo, pero tener en cuenta que esa decisión conlleva unos riesgos importantes, la niebla es cerrada y el sol se ha puesto hace mas de una hora, pronto no habrá visibilidad y será mas fácil desorientarse.

La mayoría tomó la decisión de seguirla precipitándose por el acantilado.

En los periódicos los titulares que figuraban apuntaban a un suicidio colectivo.

Carmine

La séptima ola.

Como tantas veces había hecho de niño, cogió el cubito rojo, el rastrillo, la pala, se caló el gorro hasta las cejas y se acercó a la orilla buscando la arena húmeda, eligió el mejor sitio, se arrodilló y comenzó a cavar por aquí y por allá, rastrilló, alisó, levantó paredes, hizo fosos, puentes, escaleras y murallas, en a penas unas horas tenía un hermoso castillo.

Ensimismado se puso en pie para mirar desde otra perspectiva, se retiró unos metros, la marea subía a hurtadillas era el momento de contar las olas, en la séptima sabía que también esta vez lloraría.



Carmine

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Bodas de Oro

Su conciencia no podría soportarlo más tiempo. Su marido debía encontrar las palabras exactas para desvelar la última aventura pero, estaba como paralizado y no encontraba en el manual de empatía nada que le ayudara a confesar su nueva infidelidad.

Ella, sabía que tenía derecho al olvido pero, quería escuchar de su boca la verdad, aun a riesgo de quedar convertida en estatua de sal.

Entre tantos candados colgados de El Pont des Arts, encontraron un hueco donde podrían cerrar el suyo y sellar eternamente sus secretos, pero prefirió marcharse dejándolo esposado sobre el Sena.



Montesinadas

lunes, 16 de diciembre de 2013

Comienzo sugerente

Cuando conocí a Nicolás fue porque le recogí del suelo, estaba tendido durmiendo en las vías del tramo clausurado entre Ocejín y Piñuelas , lo primero que hice fue darle de beber, tenía sed, los labios resecos, el sol había quemado su cara y me miraba perplejo, sin poder creer que esta vez tampoco había muerto. Al caer la tarde, sentados junto al fuego, me relató sus intentos fallidos de quitarse la vida; eligió estrellarse con un viejo automóvil negro que robó en la funeraria del pueblo, lo más que consiguió fue un arañazo en la frente que le causó una rama del árbol contra el que fue a parar, otra vez decidió lanzarse desde el campanario cayendo en un carro cargado de alfalfa que pasaba por allí en ese preciso momento, ahora había pensado en el tren, que no pasa por allí hace años, para acabar con su vida.



Carmine

Me acuesto temprano

Llevo mucho tiempo acostándome temprano. Al apoyar mi mejilla en la almohada rememoro los besos de mi madre, primero suplicados, después añorados en la oscuridad de mi cuarto, siempre escasos para mi gusto, porque mi padre la reclamaba para cenar con los invitados en la planta baja.

Del niño que fui al hombre que ahora soy -que creen que soy- media una aventurera juventud en Haití y un desenlace ignorado por todos. Me toman por un achacoso prematuro, alguien debilitado por las secuelas de una enfermedad tropical y que necesita descansar más de lo corriente. Me acuesto y me entrego a mi añoranza, a mis dulces recuerdos, a la busca del tiempo perdido, el tiempo en que fui mortal.

Porque sólo yo sé quién soy, quién no soy. Un muerto viviente condenado a recordar sin descanso, a pasear sus insomnios en las noches eternas por el camino de Swann.



El Manco del Espanto

domingo, 15 de diciembre de 2013

Carnet de baile

Eran casi las doce de la noche cuando entró en el bar. Sonaba una música casi tan triste como aquel viejo antro. No era joven. Ni guapa. Estaba, eso sí, gloriosamente borracha. Avanzó hacia la barra trastabillando y resbalando por el suelo pringoso, agarrándose a las mesas vacías para no caer. Acabó a mi lado. No me sorprendió. La desesperación y la locura se atraen, y yo llevaba horas alimentándolas a ambas con alcohol barato. Supuse que intentaría gorronearme una copa, pero no lo hizo. Pidió whisky, whisky del caro, y me invitó a mí a otro. Mi noche de suerte. Tenía los ojos bonitos, dos gemas verdes olvidadas en el rostro arrasado y golpeado a conciencia por la perra vida. “Quiero bailar contigo. Me he prometido que acabaría el año bailando con un hombre”. Apuré el trago. “¿Por qué no”? Y así recibimos el año nuevo, mezclando lágrimas empapadas en alcohol, bailando torpemente, abrazados en medio del bar.

Hank66

El Blues de la Ciudad Abrasada

El viejo del traje negro parecía estar en las últimas, pero bailaba bien, con chulería de bluesman alcohólico. Me gustaba cómo sonaban sus zapatos sobre el asfalto caliente. Mi ciudad, esa puta cara, sonreía y me mostraba sus encantos. Olía a piel de mujer acariciada por un sol perezoso, lúbrico. Y todo era gratis. De pronto, me di de bruces con él. Sentado en una vieja silla de ruedas, aferrado a un micrófono conectado a un magnetófono destrozado. Cantaba, intentaba cantar. Cerré los ojos, pidiendo que parara, por favor. Su alma supuraba y el aire se pudrió de golpe, la tregua acabó, y él era joven, sólo nos separaba un golpe de mala fortuna, un mal nacimiento, una mala caída. La puerca mala suerte. Cuando volví a mirar él callaba, fatigado, y una puta vieja y devastada desafinaba al micro. Seguí caminando, y ya nada era gratis, y el sol sólo un jodido disco molesto y abrasador en el cielo.

Hank66