sábado, 26 de octubre de 2013

La casa en la colina

Entregado su encargo, el taxidermista descendió la ladera que separaba aquella casa de la carretera. Se volvió y creyó ver a una mujer de pelo blanco tras el cristal de la buhardilla. Fue una visión desvaída y espectral, que acentuó la desasosegante impresión que le habían producido la casa y el sujeto que le había encargado el trabajo. Dentro de aquélla, éste subía lentamente la escalera, portando con ambas manos un imponente gato negro de ojos relucientes, un magnífico trabajo de taxidermia que, por capricho o por cansancio, había encomendado a un profesional pese a que él dominaba perfectamente el arte de la momificación. La puerta de la buhardilla chirrió al abrirla y dejó ver a una anciana sentada. Fijando la mirada en sus cuencas vacías, el hombre depositó el animal en su regazo y susurró: “Toma madre, por tu cumpleaños. Con devoción y amor de tu hijo Norman Bates”.

El Manco del Espanto

viernes, 25 de octubre de 2013

CINE EN FEMENINO

La mujer nunca comprendió por qué aquel asno podrido le provocaba ternura. Tampoco se lo preguntó nunca.

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La abuela le contó a su nieta, en los albores de su muerte, que cuando vio quitarse el guante a aquella hembra sintió un placer desconocido hasta entonces, como si hubiera descubierto que su vida de mujer tenía sentido.

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El hombre se sintió vergonzosamente identificado con la mujer de la pantalla cuando la vio renunciar a sí misma, a su amor, por favorecer la vida de sus hijos.

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Una mujer contemplando una película de acción es un contrasentido. La mujer es la acción.

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Ella ha inventado un nuevo género: el cine sin muerte. Nadie quiere participar en sus películas, les parece que traen mala suerte.

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Gran parte del erotismo femenino quedó prendido en el humo de un cigarrillo que una hermosa mujer fumaba mirando a su amante, o a su rival, o a su asesino. El resto ya es pornografía.



Alfonso Blanco Martín

jueves, 24 de octubre de 2013

Rewind

Erase una vez la muerte. Y un novelista, y su personaje que salta al vacío del precipicio para escapar de las cuchilladas vengativas de un marido cornudo. El personaje, en su caída, se golpea contra las rocas rasga piel y huesos; alcanza la rama astillada que corta sus venas y, segundos después, impacta contra las olas donde sus ojos, náufragos, quedan a merced de los peces.

Erase una vez un personaje que ahuyenta los peces, que toma impulso en la ola que rompe y salta hasta la rama donde rebota su cuerpo hasta el borde del precipicio donde, ahora sí, se deja degollar.

http://montesinadas.blogspot.com.es/



Montesinadas

HACE MUCHO

Hace mucho de la última vez,

No recuerdo si las flores amamantaban

A sus pétalos, o si el hombre era pez,

O si la pez anidaba en mi recuerdo.

Hace mucho, mucho tiempo

Que no me emocionaba.

¿Tan fría queda la noche de mi vida?

¿Queda algo de carne sobre mis venas?

Pellizco mis sentimientos, y no lloran

Lloro sobre los libros no escritos,

Letras que no dicen nada,

Mudos versos que hablan en blanco.

Hace mucho, mucho tiempo

Que no me emocionaba.

México lindo, café, temblores,

Nombres de hombres, mujeres y niños,

Francisco, Juan Severino, Lídice y Libertad,

Amparo y Basilisa, Juan y Fernando…

Lentejas para una guerra, solidaridad y exilio.

¿Qué pasaría

Si Lampedusa estuviera en México?

¿Qué pasaría

Si río Grande fuera chiquito?

¿Qué pasaría

Si el mundo fuera humano?

Gracias, Juan C. Muñoz.

Gracias, México.



Fernand o da Casa de Cantos

miércoles, 23 de octubre de 2013

MENOS DA UNA PIEDRA

El fuerte viento de levante que había estado soplando durante todo el día se había convertido en cuestión de poco más de media hora, con la caída gradual de la tarde, en una ligera brisa, aplacando el furor de las olas hasta dejar la playa en la más completa calma. No hacía más de diez minutos que el sol comenzara a ocultarse tras las cumbres de las montañas cercanas alineadas a espaldas de la costa y sólo quedaban ya unos pocos reflejos anaranjados en el agua huyendo de la orilla a medida que eran perseguidos por las alargadas sombras de las moles rocosas.

El azul brillante y nítido del cielo iba perdiendo intensidad paulatinamente y se oscurecía, más cuanto más al este, acercándose sin prisa a esos cinco minutos mágicos en los que se funde en el horizonte con el color del mar, sin quedar claro dónde acaba uno y donde empieza el otro, cuando los espíritus se suspenden en un halo de misteriosa ingravidez y el ánimo queda sobrecogido e impresionado por ese milagro diario del atardecer en el Mediterráneo, injustamente ignorado por lo cotidiano.

Una vela blanca, lejos, muy lejos, cruzaba rozando la apenas perceptible línea del horizonte, despacio, de sur a norte, con destino incierto.

El corazón y la mente de Jorge, sentado sobre la arena, se inundaban de paz y serenidad. Aunque hoy no había conseguido relajarse del todo con la plácida contemplación del ocaso del astro rey. Incómodo, se agitaba a un lado y al otro como si tuviera el baile de San Vito. La razón no era otra que su trasnochado y minúsculo bañador tipo slip, ridículamente pequeño por donde se le colaba la arena que le provocaba irritantes picores. La talla del bañador nunca varió con los años, pero la de Jorge creció a la par que su vanidad y su obstinación en negar la evidencia. Por detrás, la exigua prenda cubría sólo una mitad y dejaba al aire la otra, sin poder delimitar si era el “cu”, o era el “lo” la peluda parte que asomaba fuera. Por delante el panorama no era mucho más halagüeño porque una multinacional cervecera se había encargado, a lo largo de décadas de profesional dedicación, de confeccionarle una gran barriga que le caía en cascada hasta casi el inicio de sus delgados muslos. Una profunda y permanente marca de calcetín rodeaba sus jilgueriles canillas dando un toque ornamental a aquella figura quijotesca. Incapaz de soportar más el picor decidió incorporarse y esperar a Marta de pie estirando disimuladamente aquel diminuto taparrabos, que por una sencilla ley física acababa menguando en el lado opuesto a donde recibía el tirón, dejando asomar, para desasosiego del resto de bañistas, sus precarios atributos, que mejor hubieran debido permanecer ocultos.

Marta había sido su novia en el barrio hacía ya un montón de años. Una delicada preciosidad, recordaba Jorge, por la que había despertado muchas envidias durante el tiempo que había durado aquella rel ación. Aunque por circunstancias de la vida cada uno acabó tomando un derrotero diferente. Ahora, en el otoño de sus vidas, divorciados ambos, se iban a reencontrar tras haber contactado virtualmente en Facebook, la gran fábrica de mentiras. ¡Quién sabía! Quizás, tuvieran ocasión de retomar aquello que habían dejado hacía ya muchos lustros…

Un frisby desorientado, estrellándose contra su baldía coronilla le sacó violentamente de sus pensamientos. Jorge, conmocionado, giró la cabeza mientras se la rascaba buscando a su agresor pero una mole flácida y celulítica con cara de mujer sustentada en dos gruesas y uniformes columnas a modo de piernas, le tapaba todo el campo de visión. Un bikini talla XXL sostenía a duras penas sus desbordantes lorzas. Devoraba más que comía un grasiento bocadillo de panceta y dos hilillos de pringue se deslizaban despacio desde la comisura de sus labios. La sorpresa inicial de Jorge se transformó en decepción cuando cre yó adivinar, tras aquella abotargada cara de la que colgaba una gran papada, un rostro vagamente familiar.

- ¿…..Mar….ta…..? – Consiguió balbucear - ¿Eres tú?

La mujer, a su vez, no perdía detalle admirando el bañador de su interlocutor completamente alucinada. Al cabo de un tiempo, quizás porque aún recordaba aquella prenda aunque no en un cuerpo tan maltratado por la vida como aquel, quizás por alguna otra misteriosa razón, reconoció a Jorge.

- ¡Jorge! ¡ Por Dios! – Exclamó Marta escupiendo involuntariamente unas migas de pan - Estás…estás…¡Cómo estás! ¿Pero qué te ha ocurrido?

- ¡No te jode! Pues anda que tú…– replicó Jorge herido en lo más íntimo de su orgullo - ¿y a ti? ¿qué te ha pasado a ti?

Tras un primer minuto de shock se miraron, se inspeccionaron de arriba abajo, haciendo un exhaustivo inventario de desperfectos, se lamentaron de lo cruel que podía llegar a ser el paso del tiempo, y, final mente, con mentalidad pragmática se conformaron con lo que había, aunque no fuera mucho. La vida, con más saña que gusto, les había acabado modelando sin consideración, pero, ¿Por qué no? ambos, en algún rincón de aquellos maltrechos cuerpos anhelaban encontrar al ser que otrora habían conocido y del que habían sido capaces de enamorarse y, con un secreto y desesperado deseo de recuperar tiempos mejores, o quizás de volver a sentirse jóvenes, comprendieron, rieron, se dieron la mano y disfrutaron de un largo paseo a lo largo de la orilla de la playa poniéndose al día de sus vidas.

Cándido Macarro

LA MÁS TIERNA HISTORIA DE AMOR Y SEXO JAMÁS CONTADA

Doblé la esquina, ensimismado como iba en mis pensamientos.

Inesperadamente, la vi.

Mi corazón dio un vuelco y comenzó a latir aprisa, trastabillado. Nuestras miradas, atrayéndose la una a la otra como potentes imanes, acabaron cruzándose y entrechocando estrepitosamente como los sables de dos maestros de esgrima.

Una chispa saltó cuando me zambullí en la profundidad de sus ojos, enigmáticos, misteriosos, lascivos. Una chispa que prendió un voraz fuego que, inevitablemente, acabaría consumiéndonos entre sus llamas.

Me vino a la cabeza, húmedo y lujurioso, el recuerdo de nuestro maravilloso y tórrido encuentro. Ya había pasado un año pero continuaba grabado a fuego en mi mente. Ella, yo, solos y desnudos, cuerpo contra cuerpo, entregados al placer de la carne en una orgía animal y desenfrenada.

Sé que ella, justo en el mismo instante que yo, también lo recordó estremeciéndose.

Sin embargo, las cosas habían cambiado. Allí estaba en lo alto de aquella escalera.

Y no estaba sola.

Yo… no acababa de comprender.

¿Qué podía ofrecerle aquel hombre que no pudiera yo entregarle con creces?

Las notas de un pasodoble se escuchaban desde algún lugar indeterminado de la calle.

Todavía te añoro, Jacinta.

¡Qué nombre tan extraño para una cabra!



Cándido Macarro

Fusiones ligeras

En el cuadrilátero inventado, con calzones negro y blanco, se enfrentaban el tú y el yo. Ambos, como simples átomos, en una búsqueda sin brújula de un núcleo más pesado, más denso y de mayor peso atómico.

Cada uno en su rincón escucharon la campana del primer asalto, desde su escala y su visión. Desde su entidad incuestionable y la conciencia real de sus talentos y sus limitaciones.

Los polos opuestos a veces se atraen, sabiendo de antemano que hay bailes de iones donde las suman no suman, pero asumieron el riesgo de la resta.

Los átomos enredados en un puzzle de amor, devinieron en lances de miradas incendiarias, en acercamientos cuerpo a cuerpo, en rendiciones sutiles y en victorias perecederas.

Cuando se produjo la fusión, con la energía liberada, cayeron a la par las toallas blancas al centro del ring.

El sobrecalentamiento del tú y del yo, produjo en las gradas un olor a expectativa inconclusa, un silencio sideral a intento falli do, que no rompió la promesa de nuevos contrincantes que bailaran el son de las fusiones donde alcanzar un empate técnico entre unos egos donde quepan por igual tu tú y mi yo.



Anónimo

domingo, 20 de octubre de 2013

A las tetas o pechos tuyos..

Me sonrojan y vuelven loco, te quiero,

y no por ellas y sí por el resto,

quitaría de un bocadillo diario (si lo comiese a diario)

me quitaría de diez gripes por tus pechos o tetas,

te amo sin ellas, te quiero con ellas.

Mujer que alimentas por primordial al Mundo,

sin tí, amor, sin tí ¿Qué leches seríamos?

Nada más hermoso que una madre a su vástago,

yo embobado pienso; ¡ahí está! el todo del Universo;

yo he llorado por ver a un bebe comer de tí,

yo he llorado por ver a un bebe hacerte llorar de amor,

yo he llorado por ver como un bebe infructuosamente

quiso abarcar tanta hermosura,

yo he llorado cuándo tuviste miedo de todo ello

por perder ese todo que he llorado.

Y no te quiero amor, te AMO, amor, pese haber perdido

mi disfrute y su alimento.

Tus pechos o tetas están en tus ojos, en tus manos,

en tus caderas y tobillos. Están en tu sonrisa, en el cariño,

y en las voces de arrullo. Tú, amor mío, eres pechos o tetas

del mismo modo que la estrella sol nos vive y da VIDA.

Me sonrojan y vuelven loco, te amo,

y no por ellas y sí por el resto.

Lucha amor mío, no por mis deseos y vicios, gana a la vida

tu propia vida, y a cuenta, con o sin ellas o ellos

siempre serás la mayor de las hermosuras.

Una flor no deja de serlo tras perder sus pétalos, eres fragancia,

el aroma del Universo, y te amo, tanto como lloras por sentir

a tu vástago prendido o no de tu pecho.

Ramón María