viernes, 12 de abril de 2013

Seis editores en busca de autor

Aquellos relatos de terror superaban todo lo conocido. Algunos afirmaban que Poe y Lovecraft juntos no habrían podido escribir nada igual. Pese a haber aparecido sólo en pequeñas y remotas publicaciones, eran el suceso literario del momento. Las investigaciones condujeron a un sacerdote, un hombre de otra época, ensotanado y enjuto, que dijo representar al autor y que, aunque éste se resistía, confiaba en hacerle aparecer en público. A la rueda de prensa asistían las seis editoriales más importantes. El clérigo pidió apagar las luces. Se accedió, pese a la extrañeza de que semejante personaje pretendiera montar un “happening”. El salón se llenó de un penetrante olor a azufre y a la fugaz luz de un relámpago todos vieron a un macho cabrío morder al sacerdote en el cuello y arrastrarlo violentamente fuera de la estancia. Inmediatamente sonó un trueno ensordecedor. Y es que algunos escritores tienen muy malas pulgas.

El Manco del Espanto

martes, 9 de abril de 2013

El cadáver desaparecido

-Señora, ¿me recuerda? Soy el detective que investigó la desaparición de su marido hace 30 años. Sé que usted lo asesinó. Nunca encontramos el cadáver, nunca pudimos probar nada, pero sé que usted lo hizo. No se preocupe, el crimen prescribió. Es... sólo curiosidad. La mujer contempló al anciano, desdeñosa y altiva. -Sí, lo hice. Yo lo maté. Aquella Navidad... -¿Cómo se deshizo del cadáver? Vigilamos su casa, la registramos exhaustivamente... -Sí, lo sé. Sus hombres fueron muy concienzudos. ¿Ha leído usted un relato sobre una carta que se oculta a los más meticulosos registros dejándola prácticamente a la vista? -Sí, lo he leído. Pero... La mujer lo interrumpió. -Yo hice lo mismo... y salió bien. En efecto, sus hombres registraron la casa hasta el último rincón. Pero ni el más avispado de sus detectives sospechó de aquel muñeco de Papá Noel colgando del balcón...

Hank66

Horizonte

Llegas al final de la cuesta y aparcas la moto en el arcén. La dejas ronroneando con suave pereza, como una caliente gatita mecánica. Contemplas la carretera, que ahora desciende en línea recta, buscando el horizonte para partirlo en dos. Buscas los cigarrillos que escondiste y fumas mientras la tira de asfalto parece moverse y oscilar entre una calina fantasmal. Quisieras rodar, dejar que el viento extirpe viejos lastres, dar gas a fondo y buscar a toda velocidad esa línea en el confín del mundo, sabiendo que el camino es tu destino. Te interrumpe el sonido del móvil. Sí, ya vuelves. Sí, comprarás pan y recogerás la comida en el asador. Sí, llamarás al señor Giménez, del bufete. Tiras la colilla al suelo, le echas un último vistazo al horizonte y diriges tu viejo, cansado cuerpo hacia la moto, mientras intentas sacarte con el dorso de las manos la arenilla que te ha provocado la humedad de los ojos.

Hank66

Certezas

-Resumiendo, usted cree que su mujer tiene un amante y que han planeado su muerte para quedarse con su dinero... -me repantigué en el sillón y contemplé al manojo de nervios humano que tenía delante. -Exacto. Y quiero que lo investigue. Un amigo de confianza me dijo que era usted el mejor. -Bueno, tanto como el mejor... Eso sí, ya puedo adelantarle algo. -¿Cómo? Si ni siquiera le he dado las fotos, la información... -Lo sé, pero aún y así le puedo adelantar tres cosas. Una, es cierto que su mujer tiene un amante. Dos, sí, quieren matarle. Tres, ese amigo no es de confianza. -¿A qué se refiere? ¿Qué quiere decir? -el hombre sudaba copiosamente. -Pues, sencillamente, que un amigo de confianza no le hubiera enviado a usted a unas oficinas deshabitadas donde nadie podrá escuchar nada... El hombre comprendió. Abrió la boca e inició el gesto de gritar, mientras yo metía la mano en el cajón del escritorio.

Hank66

El rencoroso

¿Que por qué le llamaban “el rencoroso”? Bueno, te contaré algo, al fin y al cabo el tío ya está muerto... ¡Sam, dos copas más! Verás, una vez estábamos en alta mar, lejos de la costa. Era un sitio que el jefe tenía anotado en sus cartas de navegación. Los chicos y yo le estábamos cubriendo de cemento los pies a un pringado. El tío lloraba y gritaba que no había hecho nada. Lo de siempre... Cuando estuvo listo se lo llevamos al jefe. La verdad es que el tío pesaba como el muerto en el que estaba a punto de convertirse. El jefe le puso un vídeo. Se veía a un niño gordito en una carrera. Los demás niños le empujaban y se reían de él. El pobre capullo se quedó alucinado. Al final pudo hablar, medio lloriqueando: “¡Era un niño! ¡Lo siento! ¡Los demás también te empujaron!” Y el cabrón del “rencoroso”, sin inmutarse, nos hizo la señal para echarlo por la borda mientras le decía: “Sí, lo sé, te esperan abajo”.

Hank66

lunes, 8 de abril de 2013

Celia en el colegio

Terminadas las clases, Doña Úrsula continuaba en el aula corrigiendo ejercicios. De pronto se retorció en su asiento y estalló en estruendosas carcajadas. Cuando el director abrió la puerta la encontró en el suelo, presa de fuertes convulsiones, con la falda en la cintura, las gruesas piernas pateando al aire y sin poder parar de reír. En otra zona de la ciudad, Celia, de 7 años, permanecía encerrada en la biblioteca de su padre. Estaba castigada por causa de una nota que decía: “Sobresaliente en lectura, pero cero en conducta. Firmado: Doña Úrsula”. Un libro abierto, titulado “Vudú para principiantes”, reposaba en la penumbra, cerca de la niña, la cual tenía en brazos a su muñeca y frotaba con una pluma el pie descalzo de ésta. Mirándola y emulando sus ojos vacíos, silabeó con voz cavernosa, impropia de su edad: “¿Has visto lo que ha hecho la cochina de tu alumna?”.

El Manco del Espanto