Mi viejo coche está lleno de grillos. Viajar con ellos en trayectos largos te mantiene despierto pero puede volverte loco. Están escondidos en el chasis, en la transmisión, en el carburador, en la carrocería, en los amortiguadores, en el motor, en el filtro del aire, por todas partes. Invisibles pero demasiado presentes. Nada que ver con el silencio de esas noches apacibles. Se revolucionan cuando piso el acelerador y su intermitente cric-cric se hace insoportable. Sólo una imponente palmada en el salpicadero les calma durante unos minutos.
Sergi Cabrils
Sergi Cabrils