martes, 17 de septiembre de 2013

Llegó el final

Una sirena resquebraja la noche portuaria, mientras,  los viajeros se acomodan.
El barco, cual torre de babel tendida sobre las aguas,  parte hacia oriente; tres mil personas agitan sus pañuelos despidiéndose de su vida cotidiana.
Acunados por el vaivén del mar; nobles y villanos, prohombres y gusanos comparten destino mientras mueven patosos las caderas en clase de bailes caribeños. El sol les uniforma con un elegante color dorado que todos lucirán, cual medalla, a su vuelta.
En cada  puerto, el barco vomita su preciosa carga volviendo a engullirlos al caer la tarde.
El periplo concluye en mismo lugar en que empezó y entre prisas y sonrisas se produce la diáspora.
Cuando la sirena del barco vuelva a resquebrajar  la noche y parta con otra remesa humana, nuestros amigos, ataviados con corbatas, buzos, delantales o uniformes, regresaran a su vida, conscientes de que llegó el final, por una semana se olvidó que “cada uno es cada cual”.

desasosegada



2 comentarios:

  1. Menos mal, por un momento creí que era el Titanic, pero acaba con un pacífico regusto a Serrat. Amig@ narrador/a anónim@, se te nota el síndrome posvacacional. Y el relato te ha quedado bien. Un saludo.

    El Manco.

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  2. No creas que es muy anónimo, manco, simplemente se me ha olvidado firmar.
    En lo del síndrome posvacacional, es un síndrome pegado por los que ya las han disfrutado porque yo aún no me he ido, octubre será mi momento.
    Un beso y gracias por leerme y comentar.

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